La diosa blanca



Tu visión devendrá más clara
Solamente cuando mires dentro de tu corazón...
Aquel que mira afuera, sueña.
Quién mira en su interior, despierta.

C.G.Jung C.W.
vol II Acerca de la psicología de la religión occidental
y de la religión oriental

La Diosa Blanca (The White Godess) es un tratado poético-mitológico del escritor inglés Robert Graves, publicado en 1948.


La Diosa Blanca es un libro de vital importancia, no sólo para el amante de la mitología, sino para todos aquellos que aspiren a convertirse en escritores. En efecto, Robert Graves parece encontrar aquí el secreto detrás de todas las obras que nos conmueven.

La hipótesis es la siguiente: existe una Diosa de muchos rostros, adorada por los paganos bajo innumerables nombres. Es, a la vez, tierna y pavorosa, piadosa y terrible, su mano oscila entre la calidez de la naturaleza y sus facetas más hostiles. Es, en resumen, el Todo en lo Sutil, el Universo en lo ínfimo.

  


Robert Graves plantea un problema doblemente complejo: 

El escritor, al cumplir 30 años, debe tomar una decisión inexorable: oír el llamado de la Diosa Blanca o seguir adelante. Elegir entre encauzar su obra con la marea implacable de la Diosa Blanca, o bien perecer al chocar contra ella.

Si elige lo segundo, su vida será larga y gratificante. Será admirado, célebre, laureado por mil académicos de hierro. Los aplausos atronarán ante cada frase ingeniosa. Su obra podrá ser alabada por la crítica, leída hasta el hartazgo en una cola de supermercado, La tristeza nunca lo rozará. Será dueño de una libertad mediocre, mezquina, gris. En vida será reconocido. Ya muerto, se irá deshaciendo en la memoria de sus lectores. Escribirá con elegancia, pero nunca conmoverá. Ninguna lágrima llevará su nombre.

Si elige el llamado de la Diosa, su obra será breve. Vivirá poco y enfermo. Tendrá visiones. Enloquecerá. Será abucheado, despreciado y ridiculizado. Su obra será maldita, temida por los hombres, leída en secreto, pero al morir -tal vez de una muerte espantosa- será recibido por el abrazo eterno de la Diosa.
Décadas, acaso siglos después, alguien, (un joven, quizás) encontrará un libro suyo (sucio y carcomido por las ratas) y leerá un párrafo al azar. Entonces brotará un llanto repentino, incontenible. El escritor estará más vivo que nunca y alcanzará el objetivo más alto y puro del arte: conmover.


 

  





  

Robert Graves define La Diosa Blanca como una "gramática histórica del lenguje poético del mito". Su hipótesis se construye sobre la mitología y poesía de Gales e Irlanda, aunque se expande a casi toda la Europa pagana. Apoyándose en la lingüística, Graves argumenta que la adoración de aquella Diosa multiforme encierra el secreto de toda expresión artística que sobrevive al tiempo.

  

Hubo, desde ya, críticas feroces sobre el libro; incluso se acusó a Graves de ser psicológicamente incapaz de interpretar los mitos que alude. Éste respondió con un argumento magistral, demostrando que el concepto de "Religión Matriarcal" como origen de todas las mitologías y creencias, se extiende desde los mitos y leyendas más antiguos hasta los estudios más respetables de su época, apoyándose, además, en la monumental obra de Sir James Frazer: La rama dorada (The golden bough). Para mayor indignación, Robert Graves incluye al cristianismo en su hipótesis de trabajo, señalando que el único elemento original del cristianismo es la figura de Jesús, pero el Jesús humano, el Jesús rabí; no ya el hijo de Dios, en cuya labor encarna perfectamente lo que se espera de todo héroe mitológico.

Robert Graves
Robert Graves nació en Inglaterra en 1895, en una familia de clase alta y de moral conservadora y victoriana. Estudió en Oxford y participó en la 1ªGuerra Mundial, donde fue herido. Se separó de su mujer y sus hijos y acabó con una poetisa, una relación que tampoco fue buena. Fue catedrático de universidad y en 1929 se instaló en Mallorca donde fallecería en 1985.
La Diosa Blanca, como decíamos, estudia el lenguaje poético y el lenguaje mitológico en su vínculo más pretérito: el culto a la Diosa. Robert Graves traza un estudio profundo sobre la cuestión, aportando pruebas basadas únicamente en la intuición, según él, la única herramienta realmente confiable al momento de penetrar en el lenguaje onírico del mito y la poesía. Explica, por ejemplo, la caída de la Diosa a manos del culto monoteísta; y la lenta pero eficaz demonización de la mujer como entidad impura, menor, degenerada; estigmas que persisten aún hoy, y que persistirán -profetiza- si continuamos viviendo dentro de la estructura mental planteada por las religiones occidentales.

El culto a la Diosa Blanca no es, hay que decirlo, una deificación de la mujer, sino la adoración al Todo en su múltiple faz de Madre, Hija y Amante. Robert Graves, además, incluye un novedoso sistema de interpretación y traducción del lenguaje mítico, al que llama Iconotropía (movimiento del símbolo). La metodología requiere un vasto conocimiento mitológico, pero también la intuición de los poetas. Se aplica retrocediendo el discurso, un mito o un poema, por ejemplo, a sus imágenes estructurales. De este modo, vocifera Graves, es posible captar la esencia de todos los mitos y poemas afines con la Diosa Blanca, pues sólo ellos poseen raíces lo suficientemente profundas como para someterlas a este método.


La Diosa Blanca nos detalla el origen ancestral de los arquetipos, de los alfabetos como versión desmejorada de los antiguos íconos paganos. Pronto surge una maravillosa lengua hecha de árboles y estrellas, que, a su vez, encarna distintos valores, sabidurías y maldiciones. El mito como origen, como fuente de la humanidad, sobreviviendo a duras penas en nuestros tiempos, dormido y anestesiado en los versos infames de algún poeta proscrito.


   




Soy un ciervo: de siete púas, 
soy una creciente: a través de un llano, 
soy un viento: en un lago profundo, 
soy una lágrima: que el Sol deja caer, 
soy un gavilán: sobre el acantilado, 
soy una espina: bajo la uña, 
soy un prodigio: entre flores, 
soy un mago: ¿quién sino yoinflama la cabeza fría con humo?
Soy una lanza: que anhela la sangre, 
soy un salmón: en un estanque, 
soy un señuelo: del paraíso, 
soy una colina: por donde andan los poetas, 
soy un jabalí: despiadado y rojo, 
soy un quebrantador: que amenaza la ruina, 
soy una marea: que arrastra a la muerte, 
soy un infante: ¿quién sino yoatisba desde el arco no labrado del dolmen?
Soy la matriz: de todos los bosques, soy la fogata: de todas las colinas, 
soy la reina: de todas las colmenas, 
soy el escudo: de todas las cabezas, 
soy la tumba: de todas las esperanzas.


«Todo lo que me recuerda a ella me atraviesa como una lanza»
Keats.

Graves, Robert - La Diosa Blanca I




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