Aire y luz y tiempo y espacio.




"sabes, yo tenia una familia, un trabajo, algo siempre estaba en el medio
pero ahora vendí mi casa, encontré este lugar, un estudio amplio, 
deberías ver el espacio y la LUZ, 
por primera vez en mi vida voy a tener un lugar
y el tiempo para CREAR"

No, nene, si vas a crear,
vas a crear trabajando16 horas por día en una mina de carbón
o
vas a crear en una pisito con 3 chicos mientras estas desocupado,
vas a crear aunque te falte parte de tu mente y de tu cuerpo,
vas a crear ciego,
mutilado,
loco,
vas a crear con un gato trepando por tu espalda
mientras la ciudad entera tiembla en terremotos, bombardeos,
inundaciones y fuego.

Nene, aire y luz y tiempo y espacio
no tienen nada que ver con esto
y no crean nada, 
excepto quizás una vida mas larga para encontrar
nuevas excusas.

Charles Bukowski.


Has decidido que te la llevas

Imagen:  Celula cancerosa

“Has decidido que te la llevas. La noticia ha caído como un mazazo sobre la familia. Un mazazo de los que te rompe por dentro pero te une por fuera. Un mazazo que aplasta cada año más de 200.000 familias sólo en España. Otra familia que se ve obligada a recordar que sólo se tiene a sí misma cuando alguien se viene o se va.

Has decidido que te la llevas. No has sido ni para decirlo a la cara. Nos lo has hecho saber desde tu escondite, la putrefacta caverna microscópica en la que llevas meses atrincherado, agazapado detrás de un asterisco que venía en un sobre muy parecido al de las facturas, como si alguien te hubiera pedido la cuenta, el qué se debe, l’addition.

Cobarde, que eres un cobarde. Mal rayo te parta. Ni un mísero aviso. Ni una oportunidad. Te presentas como se presentan los delincuentes y los indeseables, por sorpresa, sin avisar, cuando ya todo es tarde, cuando ya sólo queda alevosía y nocturnidad. Como si te hubiéramos hecho algo. Como si alguien en este mundo mereciese algo así.

Porque has decidido que te la llevas. Vale, muy bien y ahora qué. Nos das la noticia, nos marcas un plazo, nos amputas cualquier esperanza y aún tendremos que darte las gracias por dejarnos algo de tiempo para despedirnos de ella. Nos dejas el tiempo justo para embalsamar tantos recuerdos que no sabemos ni por dónde empezar. El tiempo justo para no poder ni llorar.

Que sepas que no vas a llevártela tan fácilmente. Que sepas que ella piensa plantarte cara hasta el final. Aunque sea lo último que haga. Piensa aferrarse a lo que le queda de sí. Y piensa apurar toda estadística por ínfima que sea, como se apura el último sorbo en pleno desierto, como se estiran esos últimos minutos antes de que vuelva a sonar el despertador.

 Pero sobre todo, que sepas que no está sola. Ni ahora ni nunca. Ni antes ni después. Su dolor es el nuestro. Su lucha no se libra sólo en su organismo, sino en el ánimo de todos y cada uno de los que la queremos, la querremos y la quisimos alguna vez. Porque en eso consiste querer de verdad, sufrir lo que se ama y amar lo que se sufre, se esté en el cuerpo de quien se esté. Pero qué hago contándote esto, tú qué vas a saber, si eso tú no lo podrás sentir jamás.

Tú has decidido que te la llevas, y punto. Y eso sí, ahora nos ofreces todo tipo de paliativos. Siniestra palabra. Eufemismos, tecnicismos inútiles para disfrazar el dolor que menos duela. Pero duele igual.

Tratamiento, otra palabra que siempre nos será extraña. Porque esconde lo mismo que esconde cualquier peluca. Un esfuerzo titánico, cotidiano, íntimo y personal por aparentar normalidad bajo circunstancias absolutamente extraordinarias.

Por eso, has decidido que te la llevas y puede que al final hasta te la acabes llevando. Puede que ganes, pero jamás vas a triunfar. Porque hay cosas que nunca podrás llevarte.

No te llevarás su risa. Porque su risa puede contigo. Aunque al final te la lleves a ella, su risa se quedará. Tampoco puedes con su cariño. El que recibe y el que nos ha dado. Cuanto más se apaga ella, más se ilumina el hueco que deja a su alrededor. Y por supuesto, no podrás con su recuerdo. Es demasiado grande para ti. Y para cien más como tú.

Cuídate mucho, porque esto no ha hecho más que empezar. Detrás de tus malditas 6 letras hay mucha más gente que sigue luchando todos los días, desde dentro y desde fuera de la enfermedad. Disfruta aún que puedes. Destruye a discreción mientras te dure.

Nosotros tardaremos más o menos, nos dejaremos más o menos por el camino, pero tarde o temprano, tú caerás. Como cayeron tantas otras antes que tú. Porque vamos a por ti. Y si algo bueno tiene el ser humano, de las pocas cosas buenas quizás, es que cuando queremos destruir algo, cuando de verdad nos lo proponemos, es sólo cuestión de tiempo que lo consigamos. Mira si somos buenos, que a veces hasta lo hacemos sin querer.

Has decidido que te la llevas.

Ahora mírame fijamente.

Porque a mí, miedo, no me das.

Risto Mejide.

Cuando sepas de mi



Cuando sepas de mí, tú disimula. No les cuentes que me conociste, ni que estuvimos juntos, no les expliques lo que yo fui para ti, ni lo que habríamos sido de no ser por los dos. Primero, porque jamás te creerían. Pensarán que exageras, que se te fue la mano con la medicación, que nada ni nadie pudo haber sido tan verdad ni tan cierto. Te tomarán por loca, se reirán de tu pena y te empujarán a seguir, que es la forma que tienen los demás de hacernos olvidar.

Cuando sepas de mí, tú calla y sonríe, jamás preguntes qué tal. Si me fue mal, ya se ocuparán de que te llegue. Y con todo lujo de detalles. Ya verás. Poco a poco, irán naufragando restos de mi historia contra la orilla de tu nueva vida, pedazos de recuerdos varados en la única playa del mundo sobre la que ya nunca más saldrá el sol. Y si me fue bien, tampoco tardarás mucho en enterarte, no te preocupes. Intentarán ensombrecer tu alegría echando mis supuestos éxitos como alcohol para tus heridas, y no dudarán en arrojártelo a quemarropa. Pero de nuevo te vendrá todo como a destiempo, inconexo y mal.

Qué sabrán ellos de tu alegría. Yo, que la he tenido entre mis manos y que la pude tutear como quien tutea a la felicidad, quizás. Pero ellos... nah.

A lo que iba.

Nadie puede imaginar lo que sentirás cuando sepas de mí. Nadie puede ni debe, hazme caso. Sentirás el dolor de esa ecuación que creímos resuelta, por ser incapaz de despejarla hasta el final. Sentirás el incordio de esa pregunta que jamás supo cerrar su signo de interrogación. Sentirás un qué hubiera pasado si. Y sobre todo, sentirás que algo entre nosotros continuó creciendo incluso cuando nos separamos. Un algo tan grande como el vacío que dejamos al volver a ser dos. Un algo tan pequeño como el espacio que un sí le acaba siempre cediendo a un no.

Pero tú aguanta. Resiste. Hazte el favor. Háznoslo a los dos. Que no se te note. Que nadie descubra esos ojos tuyos subrayados con agua y sal.

Eso sí, cuando sepas de mí, intenta no dar portazo a mis recuerdos. Piensa que llevarán días, meses o puede que incluso años vagando y mendigando por ahí, abrazándose a cualquier excusa para poder pronunciarse, a la espera de que alguien los acogiese, los escuchase y les diese calor. Son aquellos recuerdos que fabricamos juntos, con las mismas manos con las que construimos un futuro que jamás fue, son esas anécdotas estúpidas que sólo nos hacen gracia a ti y a mí, escritas en un idioma que ya nadie practica, otra lengua muerta a manos de un paladar exquisito.

Dales cobijo. Préstales algo, cualquier cosa, aunque sólo sea tu atención.

Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas. La primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti como yo quería. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos feliz. Sí, feliz. La tercera, que tu mundo y el mío siguen con pronóstico estable dentro de la gravedad. Y la cuarta, -por hacer la lista finita-, que cualquier resta es en realidad una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquier sitio menos al lugar del que se partió.

Nada de todo esto debería turbar ni alterar tu existencia el día que sepas de mí. Nada de todo esto debería dejarte mal. Piensa que tú y yo pudimos con todo. Piensa que todo se pudo y todo se tuvo, hasta el final.

A partir de ahora, tú tranquila, que yo estaré bien. Me conformo con que algún día sepas de mí, me conformo con que alguien vuelva a morderte de alegría, me basta con saber que algún día mi nombre volverá a rozar tus oídos y a entornar tus labios. Esos que ahora abres ante cualquiera que cuente cosas sobre mí.

Por eso, cuando sepas de mí, no seas tonta y disimula.

Haz ver que me olvidas.

Y me acabarás olvidando.

De verdad.

Risto Mejide.

Lo poco que sé de la vida



Lo poco que sé de la vida está en los libros que nunca leo. Lo poco que sé de la vida está en las líneas que no escribí. Lo poco que sé de la vida se cuenta tomando un café, se entiende tomando una copa y se olvida tomando dos.

Que nadie se me emocione ni albergue falsas esperanzas, porque con lo poco que sé de la vida, a duras penas se llena un corazón, por pequeño que sea. Sí, sobrino, va por vos.

Empiezo por lo que sé con toda seguridad. Sé que, con suerte, te vas a morir una vez. Así que procura no morirte más veces por el camino. No hay nada peor que esa gente que se va muriendo antes de morirse del todo. Para evitarlo, te regalo un método infalible. Mientras tú vayas decidiendo, todo está bien. El día que dejes de decidir, ese día, cuidado, porque la habrás palmado un poco.

Ten siempre más proyectos que recuerdos, es la única forma que conozco de mantenerse joven. Olvídate de la patraña esa de ser feliz, yate puedes dar con un canto en los dientes si llegas a ser el único dueño de tus propias expectativas.

Que un euro se ahorra, y un polvo se pierde. Para siempre. Que hay que dedicarse a algo de lo que jamás te quieras jubilar. Por mucho que te cueste pagar las facturas. Por mucho que en las reuniones de antiguos alumnos te miren mal. Es mejor dedicarse toda una vida a algo que te divierte pese a no llegar a fin de mes, que pasarte un solo día trabajando únicamente por dinero.

Entre lo poco que sé de la vida, también te diré que nada de todo esto vale la pena sin alguien que te haga ser incoherente. Ni flores, ni velas, ni luz de luna. Ése es el verdadero romanticismo. Alguien que llegue, te empuje a hacer cosas de las que jamás te creíste capaz y que arrase de un plumazo con tus principios, tus valores, tus yo nunca, tus yo qué va.

Ojalá ames mucho y muy bueno, incluso a riesgo de ser correspondido. Que te despojen de todo, que hagan jirones de tus ganas y que te veas obligado a remendarlas con el hilo de cualquier otra ilusión. Que desees y seas deseado, que se frustren todas tus esperanzas y que acabes descubriendo que la única forma de recobrar el primer amor, que es el propio, es en brazos ajenos. Dos emociones inútiles asociadas al pasado, arrepentimiento y culpa, y una emoción inútil asociada al futuro, la preocupación. Cuanto antes de desprendas de las tres, antes empezarás a apreciar lo único que tienes.

Qué más. Ah sí. Sé que al menos un amigo te va a traicionar, otro será traicionado por ti, y que te pongas como te pongas, los que no hayas hecho antes de los 30, ya jamás pasarán de buenos conocidos. Cuenta sólo con los tres principales, porque a partir de ahí, todo es mentira.

Para terminar, y hablando del tema, déjame que te presente a tu mejor enemigo. Se llama miedo. Quédate con su cara, porque va a estar jodiéndote de ahora en adelante. Miedo al fracaso. Miedo al qué dirán. Miedo a perder lo que tienes. Miedo a conseguirlo. Miedo a saber poco de la vida. Miedo a tener razón.

Risto Mejide.